Tuneando una pequeña consola con lejía y la nueva Mouse de BLACK+DECKER
Estoy como un niño el día de reyes con mis nuevos juguetes. Me gustaría hablaros hoy de uno de ellos, todo un imprescindible a la hora de tunear: la lijadora!
Tranquilos, que este post no será un coñazo, es más, aprenderemos a convertir una madera barnizada en una mucho más blanca mediante la técnica del blanqueo con lejía.
EMPECEMOS!!!
Hace bastante tiempo una vecina, Angelita, me dio su mueble recibidor de toda la vida. Depositó en mi su confianza para que reviviera una pieza ya bastante anticuada. Por pereza y falta de tiempo se quedó en mi despensa de muebles mucho mucho tiempo acumulando polvo.
Así la saqué del sótano:
No sé cuantos años tendrá, pero por el estilo le pongo unos 35 mínimo.
Tenía algún manchurrón en la madera, pero su estado estaba bastante aceptable. Además los cajones entraban y salían sin problema y no había rastro de carcoma. Vamos, una joyita para tunear pese a ser de estilo castellano, el cual ya me aborrece bastante.
El motivo por el cual saqué a la luz este mueble fue mi nueva adquisición, de la mano de un amigo:
Y es que la marca ha decidido reiventar su buque insignia: la lijadora mouse.
Qué tiene de nuevo la lijadora? Buff, por partes:
-La más importante para mí es que incorpora un depósito para los residuos. BRAVO! ya no la lío tanto al lijar!
-Es más ergonómica, mejorando el agarre con superficie engomada.
-Las lijas son de una especie de malla, lo cual hace que duren más (tras este tuneo comprobé su estado y estaban intactas!).
Me moría de ganas de probar mi nueva Mouse, así que quería dejar una madera «virgen» para probar sus diferentes papeles de lija. Los que vienen en el pack son 3 (240,120y80).
Empecé por el grano más grueso (80) lijando la superficie de la mesita. Pensaba que costaría más sacar el antiguo barniz, pero fue cuestión de minutos.
Opté por dejar la madera un tanto «manchada», es decir, no dejarla virgen del todo. Buscaba el estilo romántico-vintage y para ello no se puede borrar la huella de los años en un mueble.
Una vez retirado el barniz era momento de cambiar de lija. Para el acabado hice una pequeña pasada con la lija del 240, que dejó el tablón suave como el culito de un bebe.
Una vez el tablón (o sobre) fino como una Tita Cervera era momento de atacar el «cuerpo» de la mesita.
Para ello una limpieza a fondo con amoniaco y bayeta. Odio esa parte igual que odio las acelgas, pero hay que hacerlo para que la imprimación agarre bien.
Tras la imprimación le dí una laca también blanca con acabado satinado, la cual ofrece más resistencia a roces.
Le dí un par de capas de laca, pero no me esmeré en que el acabado fuera pulcro. Quizás para ello habría optado por rodillo de espuma o incluso pistola, pero preferí hacerlo con brocha y de manera un tanto descuidada, para simular el efecto del que os hablaba antes.
Mientras secaba la pintura empecé con la técnica del blanqueo.
Tras investigar por internet tenía varias opciones para blanquear la madera:
-Un producto aclarador de madera. No sé su precio, pero viendo que existían alternativas quedaba descartado.
-Sosa cáustica. Esto lo había probado en otras ocasiones para decapar y matar carcoma, pero quema la piel y huele fuerte. Hay que tener demasiadas precauciones.
-Una pintura acrílica diluda y pintar siguiendo la veta. No me apetecía teñir, si no aclarar.
-Lejia. Esta opción es la más segura, rápida e inocua.
Así que corrí a la despensa y preparé un recipiente con lejía (de la que no lleva jabón ni nada, vamos lejía de toda la vida).
La verdad es que aluciné con el proceso. Lo que hice fue:
-Empapé la brocha en lejía y apliqué una capa generosa sobre la madera, llegando a encharcarla.
-Esperé una hora y media a que secara y ya se había aclarado bastante.
-Repetí el proceso 4 veces durante dos días. Cada vez que secaba se veía un punto más clara, podría haber continuado pero llegó un momento que el color de madera vieja me ganó el corazón y opté por no seguir blanqueando.
Una vez la mesa «blanqueada» en cuerpo y sobre la veía demasiado impoluta, así que lija en mano empecé a desbastar sin piedad.
Ya lijada la mesa empezaba a tener otra pinta!
Con otro de mis juguetes nuevos, del que os hablaré pronto, puse los tiradores en menos de un minuto. OTRA MARAVILLA QUE SE MERECE UN POST!
Yo ensimismado con esta técnica y mis nuevos juguetes. Será este el principio de una historia de amor?
De momento la he puesto en un rincón del dormitorio, hace la pareja perfecta con una lámpara que tuneé hace tiempo , pero creo que su destino será en el apartamento, dándole una nueva imagen a la entrada.