Mi (siempre creciente) colección de complementos tejidos
Quería haber publicado esta entrada en invierno, porque con el calor que hace ahora, ¿quién quiere hablar de bufandas? Pero todo tiene una explicación: me resulta mucho más sencillo hacerme ciertas preguntas sobre mi ropa y complementos una vez que ha pasado la estación del año a la que corresponden. Es como que me ayuda a distanciarme emocionalmente de algunas prendas y así puedo decidir más fácilmente si se quedan o se van.
Soy muy estricta con las prendas y el calzado que compro, no me cuesta mucho deshacerme de una camiseta que está vieja o regalar un abrigo que no me pongo. Pero con las prendas que he tejido yo… ay, eso es otra historia. Supongo que es el eterno problema de las tejedoras. ¿Qué hago con todo lo que quiero tejer? ¿Qué pasa si no tengo a quién regalárselo o yo ya tengo bastantes prendas de ese tipo pero aún así me encantaría tejer ese proyecto? Es una de las pocas cosas a las que no he encontrado la solución todavía, jajaja.
Lo que veis arriba es mi colección de complementos de punto y ganchillo. Por supuesto, tengo muchas más cosas tejidas, pero viven en otras partes de mi habitación. Los jerséis y las chaquetas en el armario, en la balda correspondiente. Los calcetines (que tienen una cesta forrada de tela sólo para ellos y son más de diez pares) en la parte de arriba del armario, en su cesta, también doblados según el método KonMari. En esta caja están mis gorros, mitones y manoplas, cuellos y chales. Como se puede apreciar, apenas cabe nada más.
Durante el invierno esta caja permanece sin la tapa, dentro de un cajón enorme donde tengo acceso rápido para coger lo que me haga falta antes de salir de casa. Cuando vuelve el calor, cierro la caja con la tapa y así queda hasta el siguiente otoño. Aprovecho para poner encima algunos accesorios de verano como clutchs, etc. Me ayuda muchísimo tenerlo guardado de esta forma, porque a simple vista puedo ver todo lo que hay y elegir sin tener que rebuscar.
Este año me he dado cuenta de que tengo demasiados complementos de punto, y estoy un poco perdida sobre lo que quiero hacer. Muchos de los cuellos y gorros que tengo los tejí hace más de cinco años, pero son prendas que me encantan. Otras ya no las uso a menudo y este invierno he comprobado que apenas me las pongo. La duda es: ¿qué puedo hacer con ellas? Entre mi familia y amigos no hay demasiados adeptos al uso de gorros, guantes y demás, así que repartirlas entre ellos queda descartado. Tirarlas no es una opción, claro.
Mitones (guantes) y manoplas. Me avergüenza reconocer que algunos de ellos sólo los he usado dos o tres veces en los últimos años 🙁
Normalmente los utilizo cuando se ha hecho de noche, y son imprescindibles para ir al parque con los perros por las tardes, pero precisamente por eso hay algunos de ellos que no me pongo. O son incómodos porque no tienen dedos, o me parecen demasiado bonitos para ponérmelos (lo sé, es una costumbre tonta, las cosas son para usarlas y puedo tejerme otros nuevos si lo necesito, estoy trabajando en ello). De arriba a abajo:
– Raw Honey (post del proyecto aquí).
– Heart Fingerless Mitts (patrón gratuito que diseñé para Lanas Alpaca, post aquí con patrón para descargar).
– Maize (estos mitones los tejí con una madeja súper adorable que me regaló Silvia de Chita Lou).
– The York Mittens (posts sobre el proyecto aquí).
Los únicos que utilizo son los Maize, los Camp Out (son comodísimos) y los Heart Fingerless Mitts. Las manoplas no me resultan nada prácticas para todo lo que hago con las manos, ni siquiera las convertibles.
Hablemos ahora de los gorros. Este invierno apenas los he utilizado porque no ha hecho frío suficiente, pero son un básico para mí en los meses fríos, ¡cosas de llevar el pelo corto y tener siempre las orejas al fresco!
– Franklin (post del proyecto aquí). Lo tejí para combinarlo con los Camp Out, con dos ovillos que tenía por casa y que quería gastar.
– Hinagiku Hat. Lo tengo desde hace mil años, fue el segundo gorro que tejí. Me gusta por lo sencillo que es.
– Bohemian (post del proyecto aquí). Añadirle ese enorme pompón fue un error, un error que tengo que remediar. Creo que no me lo he puesto por lo incómodo de llevar esa monstruosidad en la cabeza, que hace que no se quede quieto. Además, le roba todo el protagonismo a las trenzas del diseño. Veremos si el próximo invierno me lo pongo después de haberle quitado el pompón.
– Gorro crema con trenzas. Lo tengo desde hace tanto que ni siquiera sé qué patrón es. También le he sacado muchísimo partido, me lo he puesto mil veces, aunque este año me lo puse un par de ocasiones y no sé por qué, no me gustaba demasiado cómo me quedaba :/
De los cuatro, ya os podéis imaginar que no he utilizado apenas el Bohemian, y eso que lo tejí con una ilusión tremenda. Quizá sería el momento de evaluar nuevos colores para gorros tejidos…
¡Y aquí la sección más importante de todas! Los cuellos. Son mi perdición, me encanta tejerlos y sobre todo, usarlos. Soy de garganta delicada y descubrir que existía algo más efectivo que las bufandas me abrió un mundo nuevo de posibilidades… por cierto, no tengo ninguna bufanda, creo que debería solucionarlo. De arriba a abajo:
– Marshmallow Fluff. Lo tejí hace muchos años para un curso de punto que di y se convirtió en un fijo de mi armario. Pero hace mucho que no lo uso. Es como que ya no me va, qué tristeza.
– Ladd Street Cowl (post del proyecto aquí). Es el conjunto del gorro Bohemian, me traje las lanitas para tejer un gorro, cuello y guantes a juego la última vez que estuve en Madrid. Los guantes aún no los he tejido (¡no me matéis). Este cuello lo tejí con muchas ganas y luego no sé por qué no me ha resultado cómodo de llevar. Me lo he puesto en viajes, en la nieve… y frío no he pasado con él, pero tampoco es algo que llevaría todo el tiempo.
– Cuello en punto de arroz. Lo tejí con un par de madejas que me mandó Natalia, y buscaba tejerme un cuello sencillo en este punto que nunca falla 😀 Y acerté de pleno con él, porque este pasado invierno no he dejado de usarlo.
– Deep End Shawl (post del proyecto aquí). Fruto de un KAL que hicimos el año pasado, me encanta lo versátil que es. No me gustan los chales clásicos, ya que los uso sobre todo para envolverme bien en ellos cuando tengo frío (por las noches por ejemplo) y también me gusta llevarlos en la maleta cuando viajo, ya que te sirven como mantita, pañuelo o almohada.
– The Rime Frost Cowl. No tengo registro de este proyecto en mi Ravelry porque tiene ya más de cinco años. Pero sigo enamorada de este cuello como si fuera el primer día. Lo tejí durante una época personal muy mala, en invierno, y fue el compañero que me mantuvo calentita esos meses. Sé que está muy viejo, pero me lo sigo poniendo. ¿Quizá es el momento de volver a tejerlo?
– Cuello Minnesota (post del proyecto aquí). El más nuevo de todos, tejido este mismo año y también mi primer cuello de ganchillo. Es cómodo y calentito <3
Como tejedora, dejo fuera del recuento de prendas del armario cápsula de cada temporada los complementos tejidos (los jerséis y demás sí los cuento), y aunque tengo bastantes cosas, no voy a dejar de tejer, jajaja. Mi lista de proyectos pendientes es muy larga 😛
Lo que necesito son ideas o sugerencias sobre qué hacer con las cosas que ya tengo tejidas. ¿Qué podría hacer con los guantes que no me pongo? ¿Y con las prendas que me gustaría cambiar pero que no están para tirar? Como os he dicho, repartirlas entre la familia no es una opción válida, al menos no para los gorros y guantes. ¿Creéis que se pueden donar como cualquier otra prenda?
La verdad es que me gustaría dejar este asunto resuelto ahora que tengo tiempo para decidir qué nuevos proyectos quiero tejer antes de que llegue el frío, así que cualquier comentario será bienvenido 🙂
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