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Medallas caseras, competición asegurada.

LittleAna es una chica muy competitiva (ha salido a su padre) y le encanta presumir de campeona. Aunque todo hay que decirlo, también tiene un lado oscuro: le mola humillar… según ella no hay terceros, hay perdedores.
El caso es que disfruta mucho de los reconocimientos y se colgaba al cuello el primer cordel o collar que pillaba pero no acababa de llenarla «de orgullo y satisfacción» y me pidió una medalla. ¡Ding!, se me iluminó la bombilla y le dije: -¿Las hacemos nosotras?-
Como la cosa surgió rápida no hice foto de materiales pero los vais a ir viendo en el proceso: Pasta de papel (de secado en frío), una taza pequeña, una pajita, temperas y pinceles y cinta de raso.
Yo, que soy muy friki, lo tenía todo en casa pero estoy segura de que os será fácil encontrarlo todo en una tarde.
Ya es la tercera manualidad que hacemos con la famosa pasta de secado en frío, da mucho juego y a los críos les hace mucha ilusión hacer cosas más allá de pintar con rotuladores o ceras.
LittleAna amasó (con un poco de mi ayuda), le dio forma circular a la medalla presionando una taza boca abajo (creo que es de lo que más disfrutó) y le hizo el orificio para introducir la cinta de raso con una pajita. Esto último fue lo que más le costó entender… a la primera medalla la acribilló a agujeros, pobrecita, pido un minuto de silencio en homenaje a esa medalla experimental.
Una vez teníamos listas las tres medallas había que dejarlas secar, suele tardar unas 24 horas.

Al día siguiente, después de merendar, LittleAna se puso a darle color a las medallas intentando simular oro, plata y bronce. Como siempre digo este es un buen momento para enseñar a los críos a mezclar colores ¡Ana alucina!.

Las temperas secan rapidísimo así que cuando terminamos con el bronce el oro ya estaba seco y saqué los rotuladores para que Ana pusiese los números correspondientes (los intentos de corona de laurel los hice yo con lápiz y Ana los repasó con rotulador).

Para que Ana lo tuviese claro le puse un uno, un dos y un tres sobre una hoja para que supiese qué número le correspondía a cada medalla así que ella se encargó de dibujarlos.

Y ahí la tenéis luciendo orgullosa su oro ¡por supuesto pasó de posar con las otras dos!, la plata fue para papá y el bronce para mi (por entonces yo estaba embarazada de Daniel y me tiraba el día diciéndole a Ana que no podía correr ni saltar así que el tercer metal me cayó de justicia).
Esta manualidad resultó ser muy divertida y a día de hoy tenemos las medallas colgadas a la espera de alguna carrera por el pasillo o salto de longitud en el sofá (que son más frecuentes de lo que me gustaría reconocer).
Espero que os haya gustado el tutorial y que lo pongáis en práctica.
See you later alligator!

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