Con chapa de madera convierte una caja cutre en molona
Compré chapa de madera hace unos años para forrar varias cajas vintage, realmente vintage, que tenía en casa.
Las caja eran bien chulas, sobre todo cuando fueron nuevas: cuerpo de madera malilla, tapa y base de cartón, y cierre de plumier, en principio una chulada, pero como todo en esta vida, tenían pega. La mayoría de ellas habían estado en un trastero con humedad y además no eran de muy buena calidad, así que el cartón estaba muy deformado y la madera no encajaba del todo bien, muchos huecos.
Para más inri estas cajas habían formado parte de nuestra infancia, fijaos esta para qué me servía (por aquél entonces ya era de poner cartelitos :
Y otra cosa mas, su punto débil, la tapa. Como podeis ver aquí abajo, de tanto abrirse y cerrarse la tapa sufría mientras se agrietaba y resquebrajaba, un horror.
Como no podía consentir tanto sufrimiento en unas cajas que han acompañado a mi familia y a mi tantos años y para tan diversos menesteres: zapatos infantiles, juguetes, lápices de colores, fotografías, prácticamente como las antiguas cajas de colacao pero en más grande, me decidí a tunear esta.
Os contaré lo que hice, no va a ser un tutorial al uso porque además de que no me quedó perfecta, su forma es un tanto peculiar, así que os contaré mis ideas, errores, y truquitos que descubrí. Allá vamos:
La tapa de cartón: como estaba tan dañada le apliqué cinta americana en el pliegue, tanto por dentro como por fuera para afianzar el material y hacerlo más flexible.
Con un papel pintado de la misma época que las cajas o incluso anterior, de los años 60, la forré por dentro en sus partes de cartón, y por fuera en lo que sería el lomo de un libro. Para forrarla empleé cola de carpintero aguada, no me fue mal.
La madera interior la barnicé con un producto que me encanta: es un barniz ecológico, acrílico, mate y efecto cera, de Titan, es genial.
En la foto de la derecha veis cómo me equivoqué, el papel de lomo lo puse demasiado pequeño en la zona de la tapa, así que luego lo tuve que sustuituir, me fastidió porque este papel ultravintage me resulta muy valioso, pero en fin, un error humano
A continuación medí, corté y apliqué con el calor de la plancha y sin vapor la chapa de roble sobre la madera.
Vereis que necesité pulir el borde con un bisturí, lo hice así pensando en que bastante deforme era la caja como para cortar la chapa justo a la misma medida, perferí tener que quitar a no llegar, y resultó que los que saben lo hacen así. Un error anterior compensó un acierto posterior, ¡bien!.
Una vez que lo tenía más o menos nivelado le pasé una lija que me lo unificó muy bien, incluso en el color, ciertamente alucinante.
Si sumamos mi inexperiencia, la falta de destreza en el uso de este material, nuevo para mí, y la deformidad de la caja…, el resultado era un mar de desniveles, agujeros, abollamientos, y toda suerte de imperfecciones. La solución: el maquillaje de la madera, es decir, la masilla.
Pensé en aplicarla super bien, como los profesionales más esmerados, con sofisticadas herramientas. Eso fue lo que pensé, pero al final como mejor se me dio fue con el dedo, confieso.
En el bote indicaba que se dejara secar una hora, yo no fui capaz de aguantar tanto, y pensando en que aplicaba muy poca cantidad me lancé al papel de lija y creo que acerté: con la presión de la lija la masilla que no ha llegado a penetrar en los agujeros entra a la fuerza, y el acabado no es que quede profesional, no nos engañemos, pero mejora muchísimo.
Para cortar la chapa tuve algún problemilla porque la venden en rollo y al manejarla se agrieta, un infierno. Tras varios errores descubrí que para cortarla con un cutter el mejor sistema es extendiéndola en la mesa con la cara encolada hacia arriba, pues por la curvatura que tiene se daña menos y las posibilidades de fractura se reducen notoriamente.
La última parte que forré fue la tapa. Aquí cometí dos errores, al menos, y te los contaré para que tú no los repitas:
1. El cartón estaba abombado, tal vez si hubiera tratado de rellenarlo con algo para intentar igualarlo, me hubiera ahorrado problemas posteriores. ¿Qué problemas?, pues que se me formaran burbujas una vez fijado con la plancha porque se me despegaba la chapa de la parte que no tocaba con el cartón. ¿Te había dicho ya que un infierno?
2. Corté la chapa algo más pequeña que la tapa contando con que al haber forrado los faldones de la tapa con papel, no iba a poder pasar lija ya que lo rasgaría. El error cometido: hubiera estado mejor con un par de milímetros más de chapa, pero nos conformaremos, ¿no?
Aquí abajo veis cómo quedó una vez fijado el último pedazo de chapa, al final no me disgusta, de hecho, estoy encantada con ella, con sus aciertos y sus errores.
En un trozo de papel hice la prueba de barnizar con el producto del que os hablaba arriba, y como me gustó, practicamente invisible, lo apliqué por toda la superficie de la caja. Con esto intentaba proteger la madera, claro, pero también el papel en la zona de los cantos.
La caja ya está llena, dentro acoje mis herramientas para trabajar el cuero.
Decidí no ponerle ningún cierre porque definitivamente nunca va a estar del todo cerrada.
Me agrada su aspecto vintage y me recreo pensando en que tiene un aire a caja de antiguo taller, ¿no te lo parece?, al fin y al cabo tanto caja como papel son más viejos que yo. Creo que otorga a mi estudio un aire de maestro de taller que ya quisiera para mí, todo se andará, ¿si?
Y aquí la veis en su destino final: sobre la maleta de cuero vintage de la misma época, y que acoge mis preciadas telitas que acaban siendo los bolsos que ves en mi Tienda Pángálica
Estas cajas han estado siempre en mi familia, algunas ya las he tuneado anteriormente, y otras, la que contiene mis cositas para hacer sellos, ya pasó por manos de mi madre hace muuuuuchos años aunque no se ve en las fotos, otro día os la enseño bien.
¿Teneis en vuestra familia objetos que tuneais de generación en generación?, a mi particularmente me parece una tradición genial, ¿y a tí?
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