Pintar frascos de vidrio con barniz vitral
Pintar frascos, es una magnífica manera de dar una segunda vida a todos esos miles que reciclamos.
Es un DIY muy práctico y también muy visto ya por las redes.
Pero bueno, mi pintar frascos de hoy tiene su porqué.
Te pongo en antecedentes.
En enero de 2018, empecé con una rutina.
La cosa iba de anotar en un papel lo mejor del día (más o menos un “Memory Jar”), y echarlo en una hucha que confeccioné, esta.
Cuando empecé con los papelillos, pensé que igual no sería constante y se me olvidaría apuntar.
Y para mi grata sorpresa, ¡qué va!, no falté ni un solo día.
Lo que ocurrió es que a los pocos meses el tarro se quedó pequeño.
Ya no cabían más notas, y tuve que buscar uno el doble de grande, este.
A 31 de diciembre estaba repleto a rebosar de cosas buenas.
Y también se quedó así, a pelo, al natural, sin “ná de na”.
Vaya que el dicho aquel de “en casa la Herrera/diyera, cuchara de palo” se cumplió a la perfección.
Como la experiencia me ha enganchado y entusiasmado (no veas que subidón da releer y recordar esos detalles tan guays del día),
decidí que este año, 2019, también iba a hacerlo.
Entonces fue cuando también dictaminé que sí o sí, tenía que embellecerlo de alguna manera.
Me puse a fisgonear con detalle todo el material del taller y me decanté por volver a probar el barniz vitral.
Hace ya casi como tres años que lo adquirí y después de aquel “DIY erre que erre”, se había quedado en el baúl del olvido.
Tenía claro lo del barniz, pero como tenía varios colores dudaba de cuál me inspiraba más para tener a diario a la vista.
Por lo que opté por hacer pruebas de todos en pequeños tarros.
Si has visto mi Instagram, ya sabrás el color que elegí, si no, ahora mismo lo verás.
No sé si será porque nací en el Mediterráneo, pero ese color azul turquesa me hipnotiza.
Para pintar con este barniz, normalmente se usa un pincel de espuma, como en ese instante no tenía, no se me ocurrió otra cosa que recortar un estropajo en pequeños trozos, y ya tenía un pincel perfecto.
Con la tapa hice algo muy sencillo también.
En un trozo de arpillera bordé un pequeño corazón.
Pegué en el contorno una cinta de lino y la dí por acabada.
Ahora sí que tengo un frasco acorde a mi pasión de “diyear”.
Los de prueba, no pienses que los he archivado.
Como me encanta tener flores y verde por casa los he repartido por todos los lados.
Aunque eso sí, como para las plantas de verdad soy nefasta sin solución, les he puesto a unos flores secas,
y otros, unas crasas que encontré, pero de mentirijilla total, aunque dan bastante el pego ¿verdad?.
Así empiezo el año, dispuesta a darle de nuevo a la neurona creativa, y motivada por escribir esos pequeños detalles buenos, que sí o sí ocurren a menudo, y solemos obviarlos.
¿Qué tal tu inicio de año?.
Me encantará verte de nuevo por aquí.
Un abrazo,
Anna