Minimalismo aplicado: vivir con un no minimalista
La mayoría de minimalistas vivimos con personas no minimalistas. Eso es así. Aunque sea simplemente por una cuestión de estadística, si vives con alguien es mucho más posible que la otra persona o personas (sea pareja, familia o amigos) no tenga tu misma filosofía de vida. Porque somos menos minimalistas, porque el mundo en general es consumista… El caso es que la convivencia en ocasiones puede ser complicada cuando se juntan estos dos estilos de vida. Lo sé por experiencia propia. Es más, a veces me imagino cómo será el día en el que conviva con una pareja y me entran escalofríos.
Voy a ser realista: convivir con un no minimalista es difícil. A no ser que sea una de esas personas a las que les da un poco igual encontrarse “con todo hecho”. En ese caso es menos difícil porque la mayor parte de las decisiones sobre cómo guardar y colocar las cosas de casa, qué tirar y qué comprar las tomas tú. Por supuesto, esto también tiene una pega: más responsabilidad y tareas recaen sobre ti.
Entonces, si eres minimalista y vives con alguien que no lo es, ¿cómo hacer para sobrevivir? Porque generalmente serás tú quién te lleves las manos a la cabeza, eso es seguro, jajaja. Es más fácil que un minimalista se escandalice porque ve un armario lleno de tazas que no se usan (20 tazas para dos personas, ¿hay alguien que no haya vivido esto?), que un no minimalista se ponga hecho una fiera porque tú siempre uses tan solo una taza.
Las dos palabras clave de la convivencia con no minimalistas
Básicamente todo se resume a una cosa: respeto. Es muy, muy importante respetar la filosofía de vida del otro, y no creer que la nuestra es mejor ni más importante. Lo que tú ves ahora, esa forma de pensar y de ver el mundo, no lo veías igual hace años. Aceptar las diferencias y entender que se puede aprender incluso de ellas es lo que mejor nos sentará a la larga, sobre todo en esos momentos en los que nos gustaría asesinar al otro. Yo convivo con una persona no minimalista, es más, ni siquiera entiende que a mí me dé por tener pocas cosas o por intentar vivir de forma sostenible, pero nos apañamos bastante bien. Y es raro que nos peleemos. No te metas en la forma de hacer del otro, nunca.
La segunda palabra no es menos importante: ten paciencia. Practica la paciencia cada día, piensa y observa antes de hablar, de criticar, de intentar dar explicaciones de por qué la manera minimalista es mejor (lo es para ti, no para los demás). La paciencia y la aceptación son un pilar esencial del minimalismo (ya os he dicho varias veces que un día me tengo que sentar a hablar sobre el contentamiento largo y tendido).
Sé que estas dos cosas son importantes en cualquier convivencia, pero más aún cuando tenemos diferentes formas de ver la vida y de consumir. Y se nos olvida constantemente.
Delimita un espacio para ti
Y no me refiero a que necesites un sitio enorme, ni siquiera una habitación, que ya sabemos que hoy en día no vamos sobrados de eso (además, si eres minimalista lo mismo ni te gustan las casas grandes). Pero necesitas un rincón donde solo se haga lo que tu corazón minimalista te dicte. Donde las cosas estén ordenadas según tu forma de ver la vida, donde puedas encontrar un poco de tranquilidad y donde no tengas que negociar con un no minimalista. Fuera de ese rincón puede que a veces tengas que ceder, pero ahí solo mandas tú. La limpieza de ese espacio, el orden y los objetos solo estarán a tu gusto y al de nadie más.
Tus cosas también son minimalistas
Que vivas con alguien que no es minimalista no quiere decir que tú te amoldes a todo. Piensa que todo lo que es “tuyo” puede ser minimalista. En mi casa esto se nota especialmente en el cuarto de baño. Mi mitad del armario tiene poquísimas cosas, la mayoría hechas por mí, hay espacio vacío… mientras que la otra mitad está llena de productos, de botes, de cosas que nunca se usan. Y no pasa nada, yo acepto y respeto que tenemos necesidades de consumo distintas. Y admiro mi armario en comparación con el otro de vez en cuando 😉
Nunca, jamás, trates de adoctrinar al otro
Nunca, nunca, nunca. Repítetelo como un mantra. Nunca intentes convertir a otra persona al minimalismo, ¡jamás! Esto es súper importante que lo cumplas, porque si lo intentas, estará destinado al fracaso. El minimalismo no se puede obligar, hay que entenderlo y querer llevarlo a la práctica desde la base, nunca forzarlo. Si no puedes entender por qué no quieres consumir cosas, ¿cómo pretendes vivir sin comprar? Es imposible.
Pero tengo una buena noticia para ti: el minimalismo se pega. Es contagioso, aunque sea en pequeñas dosis y gestos. Si tú actúas de forma sostenible y minimalista, los que están cerca de ti también empezarán a hacerlo. Porque se ve que estás más feliz, que el orden y consumir menos y de forma consciente, funcionan. Cuando alguien te pregunta si vas a comprarte algo en una tienda, y tú respondes que sí, que te gusta mucho y es algo muy bonito, pero que en realidad no lo necesitas y solo va a hacer feliz momentáneamente, la cara del otro cambia. No sabéis la de veces que he hecho esto con amigos, y si llevaban algo para comprarse, lo han terminado dejando, jajaja.
Habla sobre minimalismo, sobre la forma en la que ves las cosas, pero no se lo impongas a los demás. Cuentan mucho más tus acciones.
El poder de la responsabilidad
Lo he mencionado al principio del post… hay una forma de tener más libertad respecto al minimalismo en la convivencia. Pero tiene un precio. Y es hacerte cargo de las cosas que especialmente quieres que sean minimalistas. Por ejemplo, yo me encargo de las cenas en casa porque quiero que sean sanas, con alimentos de temporada, etc. y de la mayoría de la limpieza también, así me aprovecho y puedo utilizar productos de limpieza sin químicos o hechos en casa. Al encargarme yo, soy la única que decide sobre el tema y no tengo que negociar.
Por supuesto, esto solo te vale para algunas cosas, hacerte cargo de todo es imposible (y tampoco sería sano), pero es una forma más de negociar y aprender a tener paciencia.
No subestimes lo diferente
Creo sinceramente que los minimalistas podemos beneficiarnos del punto de vista de los no minimalistas. A mí siempre me ayuda de una forma u otra el ver las cosas desde un ángulo distinto, y a veces podemos aprender del consumismo (aunque sea solo para reafirmarnos en el minimalismo y para darnos cuenta de por qué lo elegimos), sobre todo cuando me lo tomo demasiado en serio.
Y hasta aquí mi pequeña aportación sobre la convivencia con los no minimalistas. Por supuesto que cuando empieces a hacer cambios en casa, habrá quejas. El ser humano se resiste al cambio, pero no desistas 😉
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