Minimalismo aplicado: qué, por qué y cómo
Quiero empezar esta sección por lo más esencial: explicaros cómo descubrí el minimalismo y por qué decidí seguir esta filosofía de vida (aunque aún me quede tanto por recorrer). Ya escribí sobre lo que es el minimalismo hace un tiempo y si sois nuevos en el tema, os recomiendo que leáis ese post primero 🙂
No siempre he sido minimalista. Antes era como todo el mundo y tuve mis épocas de consumismo salvaje, o lo que para mí es consumismo salvaje y caer en todos los tópicos que la sociedad quiere que creamos y sigamos perpetuando: las modas. Siempre que me pongo a pensar en mi forma de ser de hace unos años me remonto a cuando tenía 18 años. No porque considere que me hice adulta a esa edad, si no porque fue realmente cuando pude ser independiente a nivel económico (fue cuando empecé a trabajar), y es ese momento cuando decides, casi siempre inconscientemente, la clase de consumidor/cliente que vas a ser.
Yo, antes del minimalismo
Cuando era jovencita, lo que me importaba era salir con mi amigos y comprarme ropa y maquillaje. Sí, yo, que ahora ni tan siquiera tengo maquillaje y que hace mil años que no me pongo unos tacones, jajaja. A los 18 ni pensaba de dónde venía mi ropa y mis cosméticos, quería tener de todo y si podía ser caro y de marca, mucho mejor. He sido de esas que se gasta alrededor de unos 100€ al mes en maquillaje y de las que tenía zapatos de 300€ (trabajaba en una zapatería bastante pija y todo me salía muy barato). Y no porque me sobrara el dinero, si no porque tenía un trabajo que estaba bien y viviendo en casa no tenía gastos de los que preocuparme, así que podía darme todos los caprichos del mundo. No era una estúpida ni nada, pero era bastante ignorante. Ignorante de la vida en general, de las cosas que importan de verdad.
Tenía muchísima ropa, compraba cosas que luego no usaba… y no era nada feliz de todas formas. Cuanto más tenía, peor me sentía y encima siempre tenía esa sensación de culpabilidad después de comprar algo nuevo.
Curiosamente a esa edad fue cuando empecé a tejer, en un intento de encontrarme a mí misma, decidí comprar un par de agujas y un ovillo de lana. Y como ya os he contado muchas veces, aprender a tejer también me hizo reflexionar y coger el gustillo por las cosas hechas a mano y empezar a alejarme de muchas cosas superficiales.
El “clic” que me hizo cambiar
Cuanto más tejía, más tiempo pasaba pensando en mis cosas y más preguntas me hacía. Cambié el salir hasta las tantas y perder los fines de semana (y muchas horas de sueño), por ir a tomar algo con mis amigos y volver a una hora respetable. OJO, no quiero decir que hacer esas cosas sea malo, yo respeto las aficiones de todo el mundo, pero no puedes vivir de manera presente y consciente si todo lo que haces en tu tiempo libre va enfocado a dispersarte como persona. Sé que esa frase suena rara, pero no encuentro una manera mejor de explicarlo, no se puede huir de uno mismo ni vivir de espaldas a la realidad, al menos no si pretendes comprender tu naturaleza como ser humano. En ese momento, tendría unos 22 años más o menos. Era menos ignorante y ya no me interesaban tanto las cosas ni el aparentar. Empecé a trabajar con niños y bebés, cosa que me conectaba más con lo simple y me mantenía “a salvo” de las estupideces de los adultos.
Y llegó el verano de mi primer viaje en furgoneta. Fue algo que nunca me hubiera imaginado hacer. Pasar una semana sin una ducha (lo de no saber dónde podría ducharme cada día me inquietaba de una manera irracional), sin un espejo donde mirarme por las mañanas, estando 24h en la calle… vamos, como que no parecía que fuera para mí. Creí que lo pasaría fatal, jajaja.
Para mi sorpresa, fue la mejor experiencia de mi vida. Pasé una semana viajando, viendo muchos sitios nuevos, conociendo a gente diferente a mí, bañándome en el mar sin importar si iba despeinada. Lo de la ducha no fue un problema, y en vez de pensar en las cosas me centré en las experiencias. Me di cuenta de que se puede vivir de una forma distinta a la que nos han enseñado (y no necesitas una furgoneta, puedes vivir así en tu casa y en tu ciudad). Que junto a las cosas te venden un estilo de vida y una felicidad que son mentira. Y que todo eso es para engancharte, para que no te escapes del rebaño del consumismo. Como quieres cosas, necesitas trabajar más para poder tener dinero para comprarlas. Como luego esas cosas no te dan la felicidad (y tú creías que sí), el proceso se repite hasta el infinito.
Cuando cambié mi forma de consumir, empecé a encontrarme mejor conmigo misma y a ser más feliz. Simplemente. No estoy en el mundo para comprar cosas ni para tener el último modelo deloquesea, estoy aquí para disfrutar de una experiencia única de tiempo limitado (mi vida), y hay tantas cosas increíbles que no son cosas, que definitivamente mi obligación no es vivir para comprar y pagar facturas. Y la tuya tampoco, por mucho que se empeñen en vendértelo.
Acercarse al minimalismo para no minimalistas
Para mí todo este proceso de acercamiento al minimalismo ha ido ocurriendo de una forma muy natural a lo largo de los años. Es más, hasta hace un par de años no tenía ni idea de que tuviera un nombre, y todo lo había ido cambiando por instinto. Saber que el minimalismo existe ha hecho que me centre en seguir cambiando cosas, ahora sí, intencionadamente. Si te llama la atención este estilo de vida pero no sabes cómo ir implementándolo en tu vida, te recomiendo ir haciendo algunas cosas muy poco a poco. Insisto en lo de poco a poco, porque viviendo en un mundo capitalista no es fácil ir contracorriente y si pretendes pasar de 0 a 100 de golpe, te vas a estrellar.
– Intenta no comprar ninguna cosa sin haberlo meditado antes. Pon el freno y deja que pasen un par de semanas antes de comprar algo que quieres y que no es una necesidad. Te sorprenderás de la cantidad de cosas que no necesitas para vivir.
– Haz limpieza a fondo de algo. Si tienes mucha ropa, regala o dona lo que no te pones (tú sabes que hay muchas prendas que no usas), si tienes por ejemplo mucho material para manualidades, sé realista y regala buena parte de él (porque no tienes tiempo material en toda tu vida para gastar lo acumulado).
– Gasta en cosas como salir a cenar, probar restaurantes o visitar exposiciones, hacer un mini viaje… en vez de en comprar cosas. Piensa que ese dinero será una mejor inversión si te lo gastas en una experiencia que te apetezca.
– Sé un espectador consciente, sobre todo con los anuncios. Empieza a analizar lo que ves en publicidad y te darás cuenta de muchas cosas. Si parte del tiempo que dedicas a ver la tele lo sustituyes por leer o ver una película o serie en vez de un programa estúpido, mejor que mejor.
– ¿Hay cosas que no sabes si necesitas? Mételas en una caja, ciérrala y ponle la fecha. Guarda esa caja fuera de tu vista durante al menos un mes. Si no has tenido que ir a por nada de lo que había dentro, es que no te hace falta.
– Busca un hobby creativo que te llame la atención y apréndelo. Te conecta con tu interior y te ayudará a pensar sobre las cosas importantes (es una especie de meditación moderna).
– Haz una lista de las cosas que no son cosas y que te hacen feliz. La meta es hacer más de esas cosas.
Todo esto son formas muy simples de aproximarse al minimalismo sin tener que hacer un cambio radical en nuestra vida. Te servirán para saber si quieres profundizar más y te aseguro que te guiarán en lo que debes hacer después. El ser humano es minimalista por naturaleza, solo se necesita un empujón para poder reconectar con lo que nos rodea.
Después de todo lo que os he contado, resumo: soy minimalista porque me produce felicidad, me hace sentir bien de una manera que no había experimentado consumiendo. Necesitamos muy pocas cosas, pero nos han hecho creer lo contrario. Las experiencias importan, los objetos no. Y podría seguir, pero creo que para ser la primera entrada sobre este tema, ya es bastante 😉
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