Mermelada casera en 4 pasos
Lo bueno que tiene esta mermelada y cualquier otra cosa que hagas tú mism@ es que lo haces a tu gusto. Yo empecé con esto porque la comprada me caía demasiado dulce y después de mucho probar llegué a la conclusión de nadie mejor que yo sabía lo que me gustaba, así que me puse manos a la obra.
Hasta el momento sólo la he hecho de manzana para dar salida a la producción de los árboles injertados del #buenabuelo pero la receta sirve para cualquier otra fruta, de hecho dentro de poco les tocará el turno a los kiwis.
Esta es la materia prima de la que partí, manzanas sanas y de casa recogidas entre la hierba del prado y si no mirad los picotazos de los pájaros, esos pequeños gourmets que de fruta saben un rato. Lo mismo que los gusanos de las lechugas, encontrarse uno (hablo de cuando la vais a preparar, no en el plato) es sinónimo de frescura y de calidad porque todos los bichos odian las cámaras frigoríficas y los pesticidas.
El primer paso es pelar la fruta. No sé si se podría hacer con ella sin pelar aunque me imagino que sí, pero la nuestra va sin piel:
El segundo paso es trocearla y quitarle el corazón y las pepitas. En este punto es cuando hay que pesar el resultado para saber cuánta azúcar se necesitará, porque la proporción es de kilo a kilo, es decir, se añade un kilo de azúcar por cada kilo de fruta pelada y troceada:
En el tercer paso se ponen en una olla dos dedos de agua aproximadamente para que no se pegue la fruta al fondo y para hacer el almíbar, y se añade la fruta troceada junto con el azúcar, que como ya hemos dicho es un kilo por cada uno de fruta.
Y aquí es donde entran en juego las preferencias de cada un@ y te creas la mermelada a tu medida. Yo ya he dicho que no soy de dulce así que echo muy poca porque con el dulzor de la propia fruta me sirve, así que para 2 kg. de fruta troceada echo medio kilo de azúcar. Queda lo justo para que no amargue pero ahí está la gracia, que podéis jugar con las proporciones hasta dar con la vuestra personalizada.
El último paso es poner la olla en el fuego y dejar que se haga a fuego lento removiendo con una cuchara, mejor si es de madera y con el mango largo porque pocas cosas hay que quemen tanto como el azúcar caliente. Yo la primera vez aprendí que era buena idea hacerlo con los guantes de cocina puestos.
Este es el aspecto que tendrá después de unos veinte minutos cociendo. El tiempo que debe estar al fuego lo marcaréis vosotr@s viendo cómo va deshaciéndose la fruta, a más tiempo más disuelta y viceversa. No hace falta pasarlo por la batidora, basta con ir aplastando con la misma cuchara los trozos que quedan contra el borde de la olla:
Por último se retira del fuego y se deja enfriar. Y luego, a disfrutar:
¿Qué os ha parecido la receta? ¿Os animáis a hacerla? ¿Conocéis alguna otra? ¡Si es así, mandádmela y la compartimos!
Y si como es mi caso os sale mucha más de la que podéis consumir, pensad qué regalo tan bonito, original y sano como una cesta con flores y mermelada, o una selección de panes y mermelada, o un juego de café (el «tú y yo» de las abuelas) y mermelada o galletas caseras y mermelada. San Valentín está a la vuelta de la esquina, más ya no digo.
¡Feliz inicio de semana a tod@s!