Exfoliantes naturales
Los días que hay entre Navidad y fin de año siempre me parecen eternos. Los pasamos normalmente en casa, intentando recuperarnos de las comilonas, haciendo maratones de pelis, alguna actividad con amigos y… durmiendo, para qué nos vamos a engañar.
Ya os veo a todos haciendo balance del año que cerramos, listas de propósitos para el año que viene, resúmenes de vuestro año en cifras o en fotos o en titulares o en tuits o en lo que sea. Son esos días en los que no podemos evitar reflexionar sobre lo que dejamos atrás ni pensar en estrenar nuestra nueva agenda, un año enterito de días sin usar que nos prometen que todo es posible, que podemos conseguir cualquier cosa.
Son días raros, en los que todo parece suspendido en el aire tras la resaca navideña, justo antes de las campanadas y de que empiece la locura de SSMM. Una especie de calma antes de la tormenta que seguro va a llegar, y con fuerza, alrededor del 2 de enero, cuando a todos nos entre el pánico porque solo quedan tres días para que lleguen los Reyes.
Y son esos días en los que matarías a los graciosillos que te dicen «Hasta el año que viene» cuando se despiden. Al menos yo los mataría. A todos. Lentamente.
Pero también son los días en los que nos relajamos, nos damos permiso para comer de más, dormir poco y cometer excesos que pensamos arreglar en cuanto llegue el uno de enero. Para qué empezar ahora si en realidad estamos a punto de cerrar el año y ya lo hemos fastidiado de mil maneras durante los meses anteriores, ¿verdad? Pues no.
Ningún año está fastidiado del todo y el mejor día para empezar a cuidarnos es hoy, no mañana ni pasado, ni el lunes, ni el uno de enero, ni después de las vacaciones de verano. Hoy es el día perfecto para meterte en la bañera, exfoliarte a consciencia, ponerte cremita hidratante, beber tus dos litros de agua, comer ligerito y dormir ocho horitas.
Y nada mejor para cuidarse que hacerse uno mismo sus productos de belleza (seguido de cerca por comprar productos naturales y artesanales) con cosas que tenemos por casa y que no tienen largos nombres impronunciables.
Justo antes de Navidad, Mian nos propuso a Ari y a mí ir a su casa junto con Roser y Pilar a preparar exfoliantes naturales. Roser es una caña, tiene cantidad de aceites esenciales y además sabe mucho de ellos, así que nos enseñó un montón de recetas y de combinaciones aprovechando las características de cada uno.
Nos lo pasamos genial, huelga decirlo, y nos tomamos unos cuantos margaritas y algún vermut, además de comer toda clase de delicias caseras, porque ninguna reunión está completa sin comida y bebida en cantidades industriales. Y salimos con un montón de exfoliantes para mimarnos a nosotras mismas y a todos nuestros allegados. Y parte del extranjero.
Porque hacer exfoliantes es muy, muy fácil, ahora lo vais a ver. Necesitáis:
– Sal gruesa
– Aceite base (oliva, almendras, coco, jojoba,…)
– Aceites esenciales (lavanda, romero, limón, árbol del té, menta, eucalipto…)
– Flores y frutas (caléndula, ralladura de cítricos, flores secas…)
– Vitamina E (opcional)
– Botes para guardar vuestros exfoliantes
Poned la cantidad de sal que queráis en un bol de plástico o cristal. Nosotras usamos un kilo de sal para cada mezcla, más o menos.
Añadid vuestro aceite base muy lentamente. Necesitaréis poca cantidad, entre 6 y 10 cucharadas aproximadamente, para un kilo de sal. Queremos que la sal quede empapada, pero que no haya ni rastro de líquido en el bol. Mezclad con una cuchara de madera con paciencia y sin parar.
Cuando ya lo tengáis, añadid la mezcla de aceites esenciales que queráis, según el olor y las propiedades (luego os cuento qué mezclas hicimos nosotras). Ojo con los aceites esenciales, unas pocas gotas nos valen, porque son muy, muy concentrados. No uséis más de 4 o 5.
Mezclad bien y ya solo os quedará añadir algún otro elemento, si queréis, para acabar vuestra mezcla. Se suelen usar flores secas y ralladuras de cítrico, aunque también podéis usar flores frescas o algún fruto, aunque todo lo fresco que le pongáis complicará su conservación.
Finalmente, si queréis evitar que los aceites se enrancien, podéis añadirle un poco de vitamina E a la mezcla. Igual que con los aceites esenciales, con muy poquito es suficiente.
¿Qué aceites podéis usar de base? Además de los que os he propuesto, podéis hacer «oleomacerados» o lo que es lo mismo, una infusión de hierbas en aceite. Ponéis las hierbas en un bote de cristal, las cubrís con el aceite, tapáis el bote y lo dejáis en la encimera cuatro o cinco semanas. Luego coláis el aceite con una gasa y ya tenéis vuestro oleomacerado listo. Yo lo he hecho muchas veces con aceite de oliva y flores de caléndula (tanto secas como frescas) y el resultado es genial.
¿Qué mezclas hicimos nosotras?
– Sal, aceite de almendras, AE de menta, AE de eucalipto y AE de árbol del té (vigorizante y antiséptico)
– Sal, aceite de coco y AE de menta (vigorizante e hidratante)
– Sal, aceite de almendras, AE de lavanda y flores de caléndula secas (antiinflamatorio y regenerativo)
– Sal, aceite de almendras, AE de mandarina y ralladura de mandarina (relajante)
Si queréis una lista completa de las propiedades de los diferentes aceites esenciales, podéis visitar esta página.
No os quedéis toda vuestra producción, ¡compartidla! Aunque ya se ha acabado la época de regalos navideños y de detallitos para el amigo invisible, podéis echarles una mano a los Reyes, o simplemente regalarle un botecito a algún amigo porque hoy es hoy y es un buen día para empezar a cuidarse, ¿no?