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Letras de tela para llevar los anillos al altar

Este verano dio para mucho en lo que a eventos sociales se refiere. En esta casa somos así, podemos pasar años sin una triste boda que echarnos a la cara y luego tener tres en el mismo mes, como es el caso.
De la que os hablo hoy es la de M y P, emocionante como sólo puede serlo la boda del hermano pequeño de un esposo. A mí me gustó muchísimo porque fue una celebración sencilla y bonita, pequeña y con muchos detalles inolvidables.

Se vio que la disfrutaron de verdad desde que ella puso los pies enfundados en unos maravillosos zapatos rojos camino del altar hasta que despidieron al último invitado. Lo de que duró hasta las mil me lo contaron al día siguiente en el desayuno, yo me había retirado pronto porque mi mala conciencia me hizo marcharme con la niña, que se había dormido echada sobre tres sillas y alguien la había tapado con la chaqueta de su padre.

A Pica Pecosa le pidieron que hiciese algo para llevar los anillos. Era el primer encargo que tenía de ese tipo, así que me metí en internet de cabeza para buscar inspiración. Lo que veía no me convencía para hacer nada parecido y entre medias la niña se autonombró dama de honor-portaanillos-lanzadora de pétalos. Como sus tíos son dos soles les hicieron un hueco a los niños de la familia en la ceremonia.

Eso me dio la pista definitiva. Me imaginé a los dos sobrinos (uno de cada parte, de la misma edad, niño y niña, guapísimos y formalísimos, el sueño de cualquier wedding planner) llevando cada uno la inicial de los novios hecha en tela, con su respectivo anillo sujeto con un lazo.

Ya los veía caminando delante de la novia, vestidos ideales, sin pelearse por quién llevaba la cesta de los pétalos (alguien muy previsor les dio una a cada uno) y sin negarse a entregar los anillos, como hice yo cuando el cura que casó a mi padrino me pidió la cesta de las arras.
Tenéis que entenderlo, tenía cinco años y me habían escarmentado tanto que no la dejase olvidada por ahí que cuando aquel desconocido me la pidió yo apreté los labios y la escondí detrás mío. No recuerdo el resto de la historia, pero imagino que al final cedí porque mis tíos acabaron casados.

Los novios, que como he dicho son muy majos y muy inteligentes y llevaron al pie de la letra lo de no complicarse la vida (tendrían que regalarles a todos los novios esta tarjeta de Lucía Be), me dijeron que sí a la primera, escogieron la tela que más les gustó y no preguntaron más hasta el día de la boda.

Este es el resultado:

Poco más puedo contar. La ceremonia fue corta y emocionante, hubo comida en abundancia, los invitados dieron mucho juego, los niños se portaron maravillosamente y hubo música para todos los gustos. Y en contra de mis previsiones, la niña no madrugó al día siguiente.

¿Y vosotr@s, qué tal lleváis el año en lo que a bodas se refiere?

¡Pasad un feliz fin de semana, y nos vemos el lunes!

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