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Banderines de tela con nombre

En agosto bautizamos a Miguel. Ha sido el último en llegar pero lejos de convertirse en el eterno secundario en el ránking de primos ya se ha hecho su propio sitio en la familia. No el que sus agotados padres han intentado darle, pobrecillos ellos sobre todo por las noches (qué noches madre mía), sino el que él se ha buscado imponiendo su propia ley.

Es un tipo duro al que le gusta marcar las distancias, pero como ocurre con los chicos malos nos tiene a todas las féminas de la familia loquitas por sus huesos. Y él lo sabe, claro que lo sabe. Sobre todo desde que le salieron los dos paletos de arriba, es echarte una de esas sonrisas y te entran ganas de llevártelo a tu casa. No me lo envuelva que me lo llevo puesto. Como si nosotros no hubiésemos tenido bastante ya con la prima.

Los padres se lo curraron bien e hicieron el convite en la casa del pueblo de los tíos-abuelos, patio enorme, cáterin de lujo y sidra de casa. Ellos dicen que no quisieron complicarse y que prácticamente fue improvisado, pero que eran las doce de la noche y que no había forma de sacarnos de allí da una idea de lo bien que estuvo todo.

Entre otras cosas, uno de los regalos fueron estos banderines que forman su nombre:

Ese día fue el amo de la pista y se dejó querer por todas aunque no por mucho rato, que las apariencias están para mantenerlas.
¿Algun@ más quiere poner un@ tipo@ dur@ en su vida? Porque a mí me tira cosa mala…
¡Feliz miércoles!


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